jueves, 19 de mayo de 2011

Una estocada en los medios

Feria de San Isidro, 18 de Mayo de 2011

José María Manzanares va a ser un referente estético en la historia del toreo. De hecho ya lo es. A un empaque ordoñista, une la cintura rota de Rafael de Paula. El resultado es un toreo rotundo y escultórico, de belleza desgarrada. Además, tiene una de las mejores mano derecha de la historia. Conoce muy bien la técnica y sus estocadas no son muy ortodoxas, pero son de una contundencia demoledora. Es un gran torero y va estar hasta que él quiera en todos los carteles de lujo.
Pero también tiene defectos, como los han tenido todos. Nadie es perfecto. A lo mejor en el futuro lo supera, pero de momento su capote es esquemático y anodino y su gran debe es una mano izquierda anquilosada que utiliza lo menos posible. Por otro lado, tiene tardes mejores y peores, como todos. Con el toro pastueño realiza obras de arte inolvidables, pero con el toro brusco no está a gusto y lo resuelve a base de abusar del toque y del muletazo para afuera.
Y es que los toreros, como las personas, son así, con virtudes y carencias. Y no pasa nada por hablar tranquilamente de todo esto siempre que se haga con educación y respeto.
Lo que más me gustó de la actuación de Manzanares de ayer fue el estoconazo que propinó al sexto en los medios. Esta estocada al encuentro valía por sí sola una oreja. Sin embargo la faena fue muy desigual, de más a menos. Las cuatro primeras series, basadas en la mano derecha, su fuerte, fueron preciosas por suaves empacadas y bien ligadas. Pero cuando se echó la muleta a la izquierda, la faena se vino abajo. No se siente seguro y presenta los engaños muy oblicuos, por lo que el toro se vencía, a pesar de que era tan bueno por el pitón izquierdo como por el derecho. Después dos series peores con la derecha, con volteretón incluido cuando el toro lo sorprendió fuera de cacho. Una faena sin toreo por naturales podrá ser de vuelta al ruedo, pero nunca de oreja, como gritaron mil veces a Domingo Ortega en los años treinta. La faena no era de oreja. La estocada sí. Por eso hubiera sido mejor una oreja que dos.
Claro que, como habían dado una oreja al Juli totalmente absurda, con una petición claramente minoritaria, para compensar, a Manzanares le dieron dos. Después de todas las orejas que han quitado al Juli en Madrid, Julián daba la vuelta con cierta incredulidad. La faena, a un toro manso y de poca clase, tuvo su mérito, y se alcanzó el climax a mitad de la misma con una serie muy mandona y muy por abajo. Lo malo es que la faena después se vino abajo porque, quiso bajar tanto la mano, que el toro le pisó la muleta en dos ocasiones. El remate fue una estocada demasiado trasera. El otro toro del Juli fue un Ortigao que no valía nada.
Y volviendo a Manzanares, hay que decir que su primero fue un manso que calamocheaba por el pitón derecho, pero tenía un buen pitón izquierdo. Se empeñó en construir la faena por el pitón malo del toro, pues con la mano derecha es con la que más puede. Y dejó prácticamnte inédito el pitón bueno, el izquierdo. Con la diestra hubo muletazos muy buenos, y otros más rápidos y lineales, en justa correspondencia con la desigual e informal embestida del toro. La estocada, mortal de necesidad.
Toreaba también Sebastián Castella, aunque pasó completamente desapercibido. Y eso que su primero, un becerrote indecoroso de Cuvillo, sí que se dejó torear. Pero Castella estuvo indiscutiblemente valiente, pero tan mecánico y frío como acostumbra últimamente. Parece tener la cabeza en otra parte.
Permítanme por último una sospecha malévola: como José Tomás ha decidido reaparecer, da la impresión de que ha ido a casa de Cuvillo y, como quien manda manda y los demás chupan rueda, ha reservado para sí todos los toros buenos y de su gusto, dejando totalmente descabaladas las corridas destinadas a Madrid. Solo así se explican los torejos desmedrados de Cuvillo que han salido en la plaza de las Ventas. No creo que la empresa reseñara semejantes porquerías.

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