jueves, 7 de julio de 2011

¡YA ESTAMOS EN PAMPLONA, EN LA FERIA DEL TORO!

EL OASIS DE PAMPLONA


Después de estar ya harto de tantos toretes y torillos que se lidian por esas plazas de Dios, es un gozo recalar en Pamplona, en la Feria del Toro. Con el estruendoso ambiente característico, en Pamplona se lidia el toro más serio de la temporada. Las corridas en esta Feria del Toro son corridas de verdad. No tienen nada que ver con esas pantomimas que solemos presenciar en la mayoría de las plazas. Pamplona es un oasis y debe seguir fiel a sí misma. Y quien no tenga redaños para medirse con el toro de verdad, que no venga, que nadie lo va a echar de menos.
Vimos ayer un corridón de Torrestrella, en esencia y en potencia. Corrida espectacularmente presentada, de grandes arboladuras y astifinísimas defensas. Dentro de cierta desigualdad, todos los toros fueron muy serios. Destacaron el colorado tercero, por su impresionante trapío, y el excelente cuarto por su tremendo armamento. Una corrida que tuvo mucho, muchísimo, que torear.
En el caballo, más que bravos, fueron bravucones. Y en la muleta exigieron una enormidad. Y precisamente por lo exigentes que son estos toros de Torrestrella, las figuras del toreo hace tiempo ya que les han puesto la proa, por lo que ayer se contrató a una terna muy joven. Los tres evidenciaron que, a pesar de sus buenas intenciones, todavía no están preparados para triunfar con toros como estos.
Corrida con muchos matices en el último tercio y con un toro excelente: el cuarto, un auténtico premio gordo. Cayó en las manos de Rubén Pinar, que se llevó lo mejor del encierro de Torrestrella. El primero fue a menos y por el pitón izquierdo se defendía, pero por el derecho, mientras embistió, lo hizo con mucha prontitud y gran alegría. Pinar no lo toreó mal por ese pitón, con series limpias y ligadas, pero la faena fue a menos porque el propio toro fue a menos. Tras una estocada desprendida, dio una vuelta al ruedo.
El cuarto, como he dicho, fue excelente. Fue la vedette de la corrida. Y no solo por lo bonito que era (era terciado, pero tremendamente ofensivo por delante), sino también porque fue el que dio mejor juego. Fue el primer premio gordo de los Sanfermines. En la muleta tenía una inmensa calidad, sobre todo por el pitón izquierdo. Pero Rubén Pinar se empeñó en instrumentar la faena sobre ola mano derecha y solamente dio una serie con la zurda, mano con la que tendría que haber reventado al toro, ya que por este pitón el toro era de sensación. Una faena compuesta, templada, pero algo insípida y, como digo, casi sin toreo al natural. Tras una estocada ladeada, una orejita. Premio menor, ya que el toro era de dos orejas. Era el toro clásico que transporta al escalafón de las figuras.
Me había gustado mucho Esaú Fernández en su alternativa sevillana. Pero con los Torrestrellas de ayer me decepcionó. Y me decepcionó por dos motivos: uno, porque le costó mucho quedarse quieto. Y dos, porque en todos los embroques echó a los toros hacia afuera. Su primero tuvo temperamento. No era malo, pero punteaba al final del muletazo. Su segundo, sin ser un toro de gran calidad, se dejó torear sin presentar ningún problema. Los dos trasteos fueron muy parecidos, con muletazos hacia fuera y perdiendo pasos innecesariamente. En el sexto estuvo aún peor que en el tercero.
Tengo la impresión de que Esaú Fernández conoce muy bien el oficio porque ha toreado mucho en el campo. Y precisamente su justeza de valor la tapa con el oficio. Se le disculpa lo de ayer porque ha toreado muy pocas corridas de toros, pero pudo haber estado mejor.
Quien bailó con la más fea fue el mejicano Arturo Saldívar, a quien correspondió el lote menos bueno de Torrestrella. Al abrirse de capa en su primero, fue arrollado con una gran voltereta por el pitón derecho. Pero no se arredró y estuvo muy firme durante toda la lidia. El toro tenía lo suyo, siempre a la defensiva y con un pitón izquierdo muy violento. Por el derecho, a pesar del peligro desarrollado en los primeros tercios, fue algo mejor. Y por ahí fue por donde Saldívar logró sacar la serie más limpia.
El quinto fue un toro que no se entregó nunca, siempre con la cara por arriba. Saldívar de nuevo estuvo firme, pero evidenció poco oficio para acoplar la velocidad del animal. Había quietud, pero en ningún momento hubo sensación de acople.
Y aquí estamos tan ricamente en Pamplona, en la Feria del Toro, del auténtico toro. Y a las figuras que no están, nadie las espera ni se las va a echar de menos...

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