jueves, 29 de septiembre de 2011

Comienza la Feria de Otoño de Madrid. Primer festejo: una novillada

VÍCTOR BARRIO SALVÓ LA TARDE


Hasta que salió el sexto, la tarde estaba siendo de un sopor insoportable. La nula casta de los novillos de Gabriel Rojas hizo que el festejo fuera una apoteosis de aburrimiento. Pero el sexto sí fue bueno, y Víctor Barrio supo aprovecharlo. Así fue como salvó la tarde. Empezó la faena con un excelente toreo de rodillas. Las dos series siguientes con la diestra, fueron muy buenas. Y aunque la faena bajó de tono cuando cambió de terrenos al novillo y toreó con la mano izquierda, el segoviano había conseguido ya despertarnos de la siesta. Se tiró a matar con mucha entrega saliendo rebotado en la estocada. Cortó una oreja. Oreja que le viene como agua de Mayo, en un momento en que empezaba a estar demasiado visto y con el cartel en entredicho. Poco pudo hacer con su primero, un novillo muy violento y que embestía muy cruzado, pero es un novillero valiente y con buen estilo. Hay que seguir contando con él
Alberto Durán estuvo francamente bien, muy por encima de un lote muy deslucido, sin ninguna fuerza, sin ninguna raza. Este novillero tiene un exquisito sentido del temple. Todo lo hace despacio y con limpieza. En sus trasteos no hay ni siquiera un enganchón. Con capote y muleta toreó con total pulcritud, tanto al inválido y calamocheante segundo, como al soso quinto. Hay que volver a verlo, pero la próxima vez con novillos buenos, por favor.
La lidia del cuarto fue un auténtico despropósito. Francisco Montiel se fue a porta-gayola. En el segundo tercio el bregador Antonio Cama sufrió una terrible cogida. El cuerno astifino perforó el recto y su pronóstico es gravísimo. Desde aquí le deseamos un pronto restablecimiento. Y empezó el despropósito propiamente dicho. El novillo era al menos noble y pasaba largo. Los muletazos de la interminable faena de Montiel fueron muy rápidos y quitando la muleta de la cara. Le dejó una estocada corta muy trasera y por ello, ineficaz.
A pesar de que el novillo estaba con la cara muy alta, se empeñó inútilmente en descabellarlo, cuando lo indicado hubiera sido entrar a matar de nuevo. Pasó el tiempo, tres avisos y al corral. A cualquiera se le puede ir vivo un marrajo de intenciones asesinas. Pero no es de recibo que se vaya vivo un novillo tan corriente y moliente como el cuarto de ayer. Y todo por el miedo pánico a volver a entrar a matar.
Y, ojo, porque en el primero también deberían haber sonado los tres avisos, pero el Presidente, con buen criterio, se hizo el sueco. ¿Quién recomendó a este novillero para una novillada de la importancia de la de ayer? Y ¿a quien se le ocurrió traer una novillada de Gabriel Rojas? La nobleza del sexto no tapa el pésimo juego del conjunto del encierro. Se trata de una ganadería tocada y hundida desde hace años.
Por cierto, todos los novillos lucían crotales en las orejas. Horrible visión. Parecían la Vaca que Ríe, vulgares animales de abasto, y no nobles reses de lidia. Jamás me acostumbraré a los crotales, como tampoco me acostumbro a las fundas en los cuernos, que han roto para siempre la estética del toro en el campo. Serán muy prácticas, pero son feísimas.
No soporto a los toros con crotales ni con fundas, como tampoco soporto a los toreros que no llevan faja o que torean con el chaleco desabrochado. La fiesta tiene una liturgia y, si están incómodos, que se queden en su casa y no toreen. Cualquier día un torero imbécil se va a presentar en una plaza de toros enfundado en un chándal, y hasta habrá estúpidos que lo aplaudan diciendo que es muy moderno y confortable. Al tiempo.

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