domingo, 24 de julio de 2011

ABUNDANDO SOBRE JOSÉ TOMÁS

CONSIDERACIONES VALENCIANAS


Apareció en el portón de cuadrillas muy pálido y ojeroso, con una delgadez casi propia de la anorexia. Y mal vestido de torero: por primera vez en su carrera, pésimamente vestido de torero. Se pasó la tarde ausente, mirando al suelo. Su cara de sufrimiento era patente. Debió pasarlo fatal. Tuve la impresión de que solo reaparecía para que no se diga que el toro de Aguascalientes lo quitó del toreo. No pudo con su primero, un toro encastado que había que someter por abajo. La faena fue una sucesión de enganchones y desarmes. Con este toro no convenció a nadie. Pero en su segundo llegó el volteretón y se desató la histeria.
Mal asunto es que para triunfar haya de cogerte un toro. Triste sino el de los toreros patéticos: solo mantienen su fama a base de golpes. Y cuando consiguen dominar la técnica y el toro ya no los coge, dejan de interesar. Se trataba solo de un asunto de morbo.
Se ha hablado mucho sobre el valor del elegido. Sin embargo yo veo que cuando los toros lo cogen, se debe a su pésima técnica, a su mediocre conocimiento de los toros y a su nulo sentido de la lidia. Las volteretas llegan por su pésimo oficio, no por una voluntad deliberada de arrimarse.
Y, señores, a una figura del toreo se la debe exigir una técnica pulida y un buen conocimiento del toro. Estar a merced del toro, cual becerrista incipiente, no es de buen torero, por mucha clase que se tenga. Así se explica el miedo pánico a la televisión, el cuidado escrupuloso de las ganaderías a lidiar y las minitemporadas parcas en festejos. Con una temporada normal, como la de cualquier torero, con televisión, toros normales y corrientes y ochenta corridas, el fenómeno se derretiría como se derrite un helado en el calor de un día de verano. Hubo que tenerlo en el frigorífico. Jamás ha terminado una temporada. Y visto lo visto en Valencia, los dieciséis toros que le esperan me parecen demasiados. Vamos a ver si es capaz de llegar a Barcelona allá en septiembre.
Por todo lo dicho, es un agravio la dureza con que se trata a los demás toreros, mientras que al elegido solo se le dan palmaditas en el hombro. Sin ir más lejos, los tres señores que torearon el viernes en Valencia, con independencia de gustos personales, son tres profesionales capaces de poder al toro y dar la cara en todas partes durante años y años. Y solo les llueven pedradas. Vivir para ver.

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