martes, 31 de mayo de 2011

CÉSAR JIMÉNEZ SE REIVINDICA

San Isidro, Martes 31 de Mayo de 2011

Desde hace un par de años César Jiménez ha estado postergado. Esta preterición era un tanto absurda, pues Jiménez es un torero que cumple todos los días. Quizá se debiera a que, a pesar de que es un excelente profesional, Jiménez carece de una personalidad llamativa. ¡Oh, la personalidad! ¡Cuantas injusticias hemos cometido en su nombre! Se perdona todo al torero que la tiene, aun siendo un pésimo profesional; y no se pasa una a quien carece de ella, aun siendo un buen torero...
Pues bien. Jiménez, en cuanto ha tenido ocasión, se ha reivindicado. Y las empresas deberían contar con él, pues muy pocos toreros resuelven la papeleta con la facilidad de César Jiménez. Le tocó en primer lugar un Peñajara llamado “Rodalito”, que ha sido uno de los toros de más calidad que se ha lidiado en la feria. Por ponerle un pero, era ligeramente blando. Jiménez comenzó de rodillas para calentar el ambiente. Después las series sobre ambas manos fluyeron limpias y ligadas, con un torero muy asentado y mandando las embestida por abajo. Buena estocada y una oreja con un toro de dos.
¿Qué faltó para cortar la segunda? Aparte del culto a la personalidad que a unos toreros beneficia y a otros perjudica, Jiménez obligó mucho al toro. Con algo más de alivio, la faena podría haber durado más. Y, para finalizar, debería haber dado una última serie de gran rotundidad. Pero que quede claro que Jiménez toreó despacio y con mucha hondura. Estuvo bien.
El quinto fue un sobrero de Carmen Segovia al que el banderillero Jesús Arruga puso un par de banderillas soberbio, de tanto como se asomó al balcón. Años hacía que no se veía un par tan tremendo. En la muleta el toro embistió punteando y con la cara por arriba. Era dificilísimo torear con limpieza. Jiménez le construyó una faena ligada y limpísima: no hubo ni un enganchón. Con este toro desplegó todo su genio técnico. Sacaba la muleta por debajo del pitón en todos los envites, mientras el derrote se perdía en el aire. Cogió a la perfección la velocidad, la altura y la distancia del toro. Faena, por tanto, de gran mérito técnico, coronada con una buena estocada en la que todo el mérito fue del torero, porque el toro esperó con la cara por las nubes. Y oreja de mucho peso, protestada con furia por los del tendido siete. No se percataron de la gran limpieza y la gran pulcritud técnica del trasteo. Con protestas como la de ayer, dejan ver que casi todos acaban de llegar, y que les falta el último hervor para saber de esto. Cualquier buen aficionado sabe que torear con limpieza a un toro que no humilla es una asignatura dificilísima. En manos de otro torero hubiera habido mil enganchones. Otra cosa es el debate sobre la Puerta Grande: es cierto que una oreja en cada toro no parece suficiente. Dos orejas en el mismo toro estaría mejor para salir por la Puerta Grande... Pero sea como sea, César Jiménez estuvo francamente bien y merece ser tenido en cuenta, pero que muy en cuenta.
Quitando al excelente “Rodalito”, la corrida de Peñajara fue durísima, terrorífica. Y Eugenio de Mora pechó con un lote que era como estar en la silla eléctrica. El lote más difícil de todo San Isidro. A más de uno hubieran metido en la enfermería, y más de dos se hubieran dejado algún toro vivo. Eugenio de Mora estuvo valiente y se los quitó de en medio con gran dignidad, lo que dice mucho de su profesionalidad. Yo no sé hasta qué punto se dio cuenta la gente del enorme mérito que supuso despachar a semejantes tiranosaurios.
El primero fue mansísimo en el caballo y llegó a la muleta muy entero, muy áspero y con un sentido endiablado. Se colaba por los dos pitones y en todos los terrenos. De Mora tranquilamente y sin aspavientos, se puso veinte veces por cada pitón, y aguantó una docena de coladas espeluznantes. Si en alguna de estas el toro no se lo llevó por delante, fue por sus rápidos reflejos y porque la Santísima estaba con él. Otro torero se hubiera quietado este toro de en medio a las primeras de cambio, y a todos no habría parecido bien. Eugenio se la jugó. Sin recompensa pero se jugó la vida.
El cuarto en primer lugar saltó al callejón; después se paró. Pero cuando arrancaba lo hacía con mucho sentido. Medía, probaba y después pegaba el hachazo cuando estaba seguro de hacer carne. Eugenio de Mora se puso otra vez tan tranquilo delante de él, aguantando miradas asesinas y derrotes llenos de azufre. En uno de ellos recibió un puntazo en la mano. Con la espada rápido y bien. Sabía que solo se podía pasar una vez. A partir de la segunda los toros se pondrían imposibles. Actuación sin repercusión pública, pero de un torero hecho y derecho. Hay que ser muy torero para que dos alimañas como esas no te desborden. A otros por mucho menos los nombraron adalides del valor.
El lote de Javier Cortés tampoco fue nada bueno. Parados, bruscos y siempre a la defensiva. Esta ha sido la vez que más decidido he visto a Javier Cortés. Se puso delante de ellos con firmeza y valor. Más no se podía hacer. Otro día será.
Por cierto, delante del primer Peñajara me hubiera gustado ver a las figuras, las supuestas y las de verdad. A ver cuantos muletazos hubieran sido capaces de darle...

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