OTRA GRAN CORRIDA DE TOROS
Por Domingo Delgado de la Cámara
¡Ay, Matías González! ¡Quién te ha visto y quien te ve! Antes no dabas permiso a la Banda para tocar ni aunque te mataran; ahora esto parece una verbena. Antes negabas orejas legítimamente conseguidas y pedidas por toda la plaza; ahora las regalas con peticiones minoritarias. La oreja concedida ayer al Cid fue de plaza de tercera. El Cid malgastó otro toro extraordinario: el número 100, de nombre “Guajiro”, negro listón chorreao, de 562 kilos y de la ganadería del Pilar. Un toro de vuelta al ruedo. También habían merecido la vuelta al ruedo, aunque nadie la pidió, el segundo de Núñez del Cuvillo y el quinto de Alcurrucén. ¡Vaya feria de toros bravos que estamos viendo!
Este “Guajiro”, lidiado ayer en primer lugar, fue un toro excepcional, el toro estrella. También el resto de la corrida fue importante. A pesar de que muchos toros eran cinqueños y a pesar de lo enormes que eran, fueron bravos en el caballo y embistieron muchísimo a las muletas. Una lástima la poca fuerza de alguno. Con un poco más de fuerza la corrida hubiera sido de escándalo. Pero fue tal la bravura y la calidad de la mayoría de los toros, que los tres toreros deberían haber salido en hombros por haberlos cortado un montón de orejas.
No se cortó ese montón de orejas porque el toro de verdad, con volumen y las puntas intactas, impone mucho. No es el medio toro que se lidia todos los días por esas plazas. Es el toro de verdad y jugársela con él, da mucho miedo. Cuando los toros embisten y repiten, hay que ser muy buen torero para poder estar a la altura. Lo decía Juan Belmonte un día de juerga: “Cuando los toros embisten, todos nos hablamos de tú y hasta de tururú”.
El Cid se encontró con este extraordinario “Guajiro” y dejó una mala imagen. Por la mano izquierda siempre se vio desbordado por el toro, incapaz de quedarse quieto. Y con la derecha mucha rapidez, muchos tropezones, muchos enganchones. Muy por debajo de un toro excepcional, pronto, alegre y repetidor. La oreja, ya lo decía, tuvo tintes surrealistas.
Y el cuarto, segundo del Cid, fue también muy buen toro. Sin la potencia del primero, pero con una embestida franca y templada. Algo mejor estuvo el Cid con este toro, porque su bravura no era tan pegajosa y dejaba colocarse. Estuvo algo más reposado y asentado, y, aunque más quieto, las series fueron breves y rápidas. Estuvo por debajo de otro gran toro. ¡Menudo lote el del Cid ayer en Bilbao!
Se lidió en tercer lugar un sobrero de 683 kilos, toda una mole. Y, era tal su inercia, que derribó al equino las dos veces que fue al caballo. Y en banderillas puso en apuros a Curro Javier que, con torería, fue capaz de aguantar el tirón y clavar dos expuestos y aplaudidos pares de banderillas.
En la muleta duró muy poco. Solo tres series sobre la mano derecha. José Mari Manzanares supo muy bien darle esas tres series. Se acopló con el toro desde el principio y fluyeron esas series llenas de empaque, cadencia y ligazón. Lo toreó muy bien en el inicio de la faena, pero al echarse la muleta a la mano izquierda, se vio que por ese pitón el toro no embestía absolutamente nada. Cuando volvió a la mano derecha, el toro ya se negó a embestir. El inicio de faena, pues, fue excelente. Si no tuvo continuidad fue porque el toro se rajó. Fue breve, pero fue muy bueno, y la media estocada recibiendo en los medios, también es digna de recuerdo.
En el sexto no estuvo tan bien José Mari Manzanares. Era un toro bueno, con el defecto de la sosería y el exceso de dulzura. Pero embestía muy templado y muy largo. Un toro para torear con cadencia y paladear el toreo. Con la izquierda dio los muletazos de uno en uno, sin ligar dos seguidos. Y con la derecha toreó con empaque, pero despegado, metiendo el pico y desplazando al toro excesivamente. Y no lo mató con su habitual contundencia. Por debajo de un toro muy dulce, con el que creo que podría haber estado mucho mejor. A Manzanares no se le dan bien los toros repetidores y encastados, pero con toros así alguna vez ha conseguido auténticas cumbres estéticas.
Sebastián Castella no estuvo muy lucido. Su primero fue un toro noble, y de embestida muy suave y dulce, pero con poca fuerza. Castella estuvo muy encimista. Debería haberle dado alegría dejándole sitio y ayudando al toro. Pero lo atacó mucho y los muletazos, aunque limpios, fueron mecánicos, con esa falta de sentimiento e inspiración característica en él. Pero, eso sí: lo mató de un soberbio volapié. Seguramente la mejor estocada de la feria. Pero a su otro toro lo mató fatal. Ayer Castella dio la mejor estocada de la feria al segundo de la tarde, y los dos más horribles sablazos al quinto.
Este quinto toro fue el que menos me gustó del festejo. Cuando iba metido en la muleta embestía bien, pero era muy parado y había que insistir mucho para que iniciase la arrancada. Castella estuvo voluntarioso, pero la faena fue muy larga y acabó poniéndose pesado y machacón. Y para matar, los dos horribles sablazos que acabo de decir. La corrida mereció mucho más de lo que se le dio. Era otra corrida de excepción.
Esta Feria de Bilbao del año 2011 se va a recordar por tres hechos: por la cantidad de toros bravos de verdad que han salido; porque Morante de la Puebla entró por fin en Bilbao, y porque Enrique Ponce rindió su último bastión tras veinte años de glorioso reinado: ahí queda en la Historia su extraordinario paso por Bilbao que nadie, seguramente, volverá a repetir.
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