viernes, 10 de junio de 2011

CUARTA CORRIDA DEL ANIVERSARIO EN LAS VENTAS

Viernes, 10 de Junio de 2011

UNA DESPEDIDA POR TODO LO ALTO

La corrida de Javier Pérez-Tabernero lidiada ayer, ha sido el mejor conjunto visto en toda la temporada madrileña. Embistieron los cinco toros que se lidiaron. Y el sexto también lo hubiera hecho de no haber sido devuelto arbitrariamente con dos pares de banderillas. Una corrida de triunfo que, sin embargo, tiene un regusto amargo: eran los últimos Atanasios de Javier. La mejor ganadería de encaste Atanasio de Salamanca, ha sido desmantelada, y ayer se lidiaban los últimos toros.
Y es que, a pesar de la gran calidad de estos toros, las figuras de chicha y nabo que padecemos, no quieren torearlos. “Nos hemos desecho de esto porque no había manera de vender los toros”. Tiene narices que una ganadería tan buena no pueda vender sus productos. Y es que los toros de Atanasio no tienen valedores. Los malos aficionados toristas los desprecian por considerarlos demasiado comerciales. Y todos estos torerillos los temen porque, además de muy serios, se trata de toros exigentes que tienen mucho que torear.
Los toreros de ahora quieren un toro entregado de antemano, y el Atanasio tiene grandes finales, pero antes hay que enseñarlo a embestir a base de sobarlo y consentirlo. El último experto en el encaste ha sido Enrique Ponce, pero lamentablemente ya está de vuelta y no puede imponerlos en las ferias, como hizo durante tantos años. Mi único consuelo es que las mejores setenta vacas han sido vendidas a Veldefresno, y allí están.
Y ahora un último aviso a muchos buenos ganaderos que crían Domecq y que están consiguiendo un toro muy bravo y muy encastado: mucho ojo, porque como os paséis en la bravura y en la casta, tendréis mi aplauso, pero estas figuritas de cartón os pondrán el veto, como está pasando con grandiosas ganaderías como Fuenteymbro o Torrestrella. O, hablando del encaste Núñez: Alcurrucén está lidiando últimamente toros espléndidos. Pues bien, las figuritas tampoco quieren matarlos. Un asco. La querencia de José Tomás hacia tres únicas ganaderías está haciendo un daño enorme. Todos quieren imitarlo. No hace muchos años las figuras mataban toda clase de encastes siempre que saliesen buenos. Ahora son las figuras las principales responsables del desmantelamiento del campo bravo. Una vergüenza.
Y ahora hablemos de la excelente corrida de Javier. Todos los toros se dejaron torear en la muleta. Algunos con gran calidad. Y en el caballo, a pesar de lo frío del encaste, cumplieron: solo el quinto dio muestras de mansedumbre. La corrida solo tuvo el pero de la justeza de fuerza. En los tiempos de Puerta, Camino y El Viti hubieran salido en hombros los tres y el mayoral, pero desgraciadamente estos de ahora son otros tiempos.
Ferrera es un torero en total decadencia. Usa el oficio para taparse y no ponerse nunca delante. Su primero, a pesar de lo altísimo que era, embistió con mucha clase y mucha largura, sobre todo por el pitón izquierdo. Tuvo una embestida franca, larga y templada. Un toro de lío. Y el cuarto, siendo el más soso del encierro, derrochó nobleza. Ferrera fatal con los dos, abusando del pico, de los desplazamientos hacia fuera, de meterse en la oreja. Y, para que nada faltase, dejando unas pausas enormes entre muletazo y muletazo. Derrochó un lote lleno de posibilidades. Lo único bueno fue el tercio de banderillas al cuarto, con un par a topa carnero en los medios, y un quiebro en las tablas expuestos y emotivos.
Si con el lote que le cayó en suerte, Sergio Aguilar no fue capaz de salir en hombros, no saldrá en hombros nunca. Eso no fue un lote, fue un lotazo. Un premio gordo de la lotería. Y el caso es que Aguilar es buen torero. Es valiente y su concepto es bueno. Pero su gran frialdad en la interpretación de las suertes, y su cabezonería intentando imponer por narices un toreo que el toro no admite, hacen que los triunfos se le escapen de las manos y no pueda salir del pelotón de los torpes.
El primero de Sergio Aguilar tenía un pitón izquierdo sensacional, con una clase y una templanza para soñar el toreo. Pero solamente hubo una serie con la mano izquierda que mereciera la pena. El resto de la faena no ganó altura porque no dejaba la muleta en la cara y por ello hubo muy poca ligazón. Todo su quehacer estuvo sumido en esa frialdad insípida tan propia de él. Aunque mató bien, nadie pidió la oreja. El quinto fue el prototipo del Atanasio bueno de toda la vida: abantón y alocado, pero metiendo la cabeza con una claridad total. Así se lo descubrió Rubén Pinar en un quite. El toro era para ir haciéndolo poco a poco: series cortas, llevando largo al toro para que fuera acostumbrándose a romper hacia delante. Así es como se han toreado estos toros toda la vida, obligando al toro en cada serie y dando más pases. De esta manera rompe definitivamente y acaba embistiendo mejor que ninguno. Que se lo pregunten si no a Ordóñez, Paquirri, Capea, Espartaco, Ponce...
Aguilar hizo exactamente lo contrario a lo aconsejable. La primera serie con la izquierda fue demoledora. Bajó muy pronto la mano y así acortó la embestida del toro. Después molestó el aire y él tampoco cogió la velocidad del toro que, aunque más bruscamente, seguía embistiendo. Se le fue una oportunidad excepcional.
Quien estuvo francamente bien fue Rubén Pinar. Siempre hemos dicho que es un chico listo que, además, tiene el don del temple. Pero tenía la mala costumbre de torear muy despegado y por afuera. Ayer corrigió totalmente este defecto y además de temple, toreó con ajuste.
Su primero fue muy bueno, muy pronto, muy alegre. Con tanta alegría que a veces lo sorprendió. Y por eso la faena fue intermitente. Pero en los momentos en que había acople con el toro, surgió muy buen toreo, un toreo cadencioso, ceñido y hacia adentro. Y toreó bien con las dos manos. La estocada fue un volapié soberano: Rubén entró a matar muy derecho y muy despacio. Cortó una oreja de peso.
El sobrero de Valdefresno, lidiado en sexto lugar, fue un dechado de buena clase, pero estaba muy flojito. Tenía mucha voluntad de embestir, pero carecía de fuerza para terminar el muletazo sin caerse. Todo lo que hizo Pinar estuvo presidido por la despaciosidad. No hubo un solo tirón. Pero, aunque lo intentó en todos los terrenos, en todas las distancias y en todas las alturas, el toro no podía más. Pinchazo y estocada entrando con agallas y saliendo cogido. Saludos desde el tercio. La tarde de ayer va a venirle bien a Pinar: tenía el cartel un poco mustio y, a partir de ahora, volverá a sonar como futurible. Que siga así.
Y volviendo al principio: quiero desear a la familia de Javier Pérez-Tabernero suerte en la nueva andadura ganadera que ahora están iniciando. Y que nosotros lo veamos.

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