OH TEMPORA!, OH MORES!
La corrida del Puerto de San Lorenzo estaba muy mal presentada. Una escalera con tres toros chiquitajos, impropios de la plaza de Madrid. Pero es que, además, su juego fue un asco: todo un muestrario de invalidez, mansedumbre y descastamiento. El sobrero de Los Bayones, lidiado en sexto lugar, fue exactamente igual: chico e inválido. Pero, dentro de este desastre, hubo una excepción, una grandiosa excepción: el cuarto de la tarde. “Pompito” se llamaba. Un toro serio y bien presentado, cumplidor con el caballo y extraordinario en la muleta. Con ese galope y esa alegría tan clásicos de los buenos lisardos. Un gran toro.
Le correspondió este toro al Cid. Hay un parteaguas en la carrera del Cid: los victorinos de Bilbao. Desde aquél entonces el Cid es otro torero. Ha depurado su estilo y torea mucho mejor con la derecha y con el capote. Pero ya no es capaz de cuajar aquellos faenones que lo hicieron famoso. Con el toro pastueño se arregla bien, pero con el toro repetidor se ve desbordado. El toro encastado y agresivo fue el que le encumbró, pero ahora a este tipo de toro no le aguanta el tirón, ni prodiga tanto el toreo con la izquierda. A “Pompito” lo toreó bien con el capote. Con la muleta una faena muy desigual: primero con la mano izquierda dio tres series en que hubo de todo: naturales buenos junto a otros rápidos y otros enganchados. No se decidió a bajar la mano ni a asentarse con un toro agresivo que repetía incansable. Después, dos series buenas con la diestra, sobre todo la primera, más vertical y ligada. Los remates del final no estuvieron mal.
Todo lo emborronó con un pinchazo y un bajonazo ignominioso. De haber matado bien, tal vez hubiera cortado una oreja, pero el toro era de dos. El otro del Cid era un inválido. Parece que al Cid se le ha acabado la gasolina. Lleva ya mucho tiempo con el depósito en la reserva. Con el cuarto toro de ayer hace años el Cid hubiera armado la marimorena. Y es que, como decía Cicerón, oh tempora, oh mores...
Sebastián Castella no se distingue precisamente ni por la técnica pulida ni por la clase. Lo suyo es el valor. Por eso necesita el toro agresivo para triunfar, pero ayer no hubo ninguna agresividad en su lote. Un torito parado y otro con tanta clase como poca fuerza. A ambos les dio mil muletazos maquinales y anodinos.
Miguel Ángel Perera no estuvo mal con su primero. Era un toro que metía bien la cara, pero que huía de su sombra. Es muy difícil retener a un toro así en el terreno que uno quiere. Cuando salen uno tan huídos como el tercero de ayer, las teorías de los manuales y las tauromaquias sirven para poco. No hay quien retenga a un toro así, y la lidia acaba siendo una persecución. Pero en medio de la persecución, Perera dio muchos muletazos de buena factura. Con el inválido de los Bayones no se anduvo por las ramas, e hizo bien.
Por último, un apunte que ilustra la tontorronería y la beatería taurina del público madrileño. Cuando el Boni cogió los palos, surgió un murmullo de expectación. Después puso dos pares sobaqueros francamente malos. Y es que con los palos en la mano el Boni no es precisamente Paco Honrubia. Pero como en la tele están diciendo que es buenísimo de la muerte, los chocholos madrileños se lo han creído. Mientras, sin alharacas Joselito Gutiérrez puso un extraordinario par de banderillas asomándose al balcón, y la gente ni se enteró... ¡Ojo con los neoaficionados! Una nueva plaga se nos viene encima.
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